sábado, 4 de diciembre de 2010

Aditi Shankardass: Una segunda opinión sobre trastornos de aprendizaje

“A pesar del hecho de que todos y cada uno de estos trastornos se originan en el cerebro, la mayoría de éstos son diagnosticados únicamente sobre la base de la conducta observable. Pero diagnosticar un trastorno cerebral sin de hecho ver el cerebro es equivalente a tratar a un paciente con un problema cardiaco basándose en los síntomas físicos, sin siquiera hacerle un ECG o una radiografía de tórax  para ver el corazón. Me parecía tan intuitivo. Para diagnosticar y tratar un trastorno mental con precisión, sería necesario observar directamente en el cerebro. Al observar solamente la conducta se puede perder una pieza vital del rompecabezas y proporcionar una incompleta, o hasta equívoca, imagen de los problemas del niño. Sin embargo, a pesar de todos los avances en tecnología médica, el diagnóstico de trastornos del cerebro en uno de cada seis niños aún permanecía sumamente limitado.
Y entonces me topé con un equipo en la Universidad de Harvard que había tomado una de estas tecnologías médicas avanzadas y finalmente la había aplicado, en lugar de a la investigación del cerebro, al diagnóstico de trastornos cerebrales en niños. Su innovadora tecnología registra la EEG o la actividad eléctrica del cerebro en tiempo real, permitiéndonos observar el cerebro mientras realiza varias funciones para entonces detectar hasta la más sutil anomalía en cualquiera de estas funciones, visión, atención, lenguaje, audición. Un programa llamado Cartografía de Actividad Eléctrica del Cerebro triangula entonces la fuente de esa anomalía en el cerebro. Y otro programa llamado Cartografía de Probabilidad Estadística realiza entonces cálculos matemáticos para determinar si cualquiera de estas anomalías es clínicamente significativa, permitiéndonos proporcionar un mucho más preciso diagnóstico neurológico de los síntomas del niño. Y entonces me convertí en la jefa de neurofisiología del brazo clínico de este equipo. Y finalmente podemos usar esta tecnología para ayudar de hecho a niños con problemas cerebrales. Y me alegra decir que estoy en el proceso de establecer esta tecnología aquí en la India.


Quisiera contarles a ustedes acerca de un niño de este tipo, cuya historia también fue cubierta por la cadena de noticias ABC. Justin Senigar, de siete años de edad llegó a nuestra clínica con un diagnóstico de autismo muy severo. Como muchos niños autistas su mente estaba encerrada dentro de su cuerpo. Había momentos en que de hecho su mente se ausentaba por algunos segundos a la vez. Y los doctores le dijeron a sus padres que nunca podría comunicarse o interactuar socialmente, y que probablemente nunca tendría mucho lenguaje.



Cuando utilizamos esta innovadora tecnología EEG para ver efectivamente el cerebro de Justin,los resultados fueron asombrosos. Resultó que Justin casi no era ciertamente autista. Estaba padeciendo de convulsiones cerebrales que eran imposibles de observar a simple vista, pero que de hecho le estaban causando síntomas que imitaban a los del autismo. Después de que Justin recibió medicamento anticonvulsivo, el cambio en él fue impresionante. Dentro de un periodo de 60 días, su vocabulario pasó de dos o tres palabras a 300 palabras. Y su interacción comunicativa y social mejoró tan dramáticamente,que lo inscribieron en la escuela regular e incluso se convirtió en un supercampeón de karate.


Las investigaciones muestran que el 50 por ciento de los niños, casi 50 por ciento de los niños diagnosticados con autismo en realidad sufren de convulsiones cerebrales ocultas. Éstas son las caras de los niños que yo he examinado con historias exactamente como las de Justin. Todos estos niños llegaron a nuestra clínica con un diagnóstico de autismo, trastorno de déficit de atención, retraso mental, problemas de lenguaje. En su lugar, nuestros escáners EEG revelaron problemas muy específicos ocultos dentro de sus cerebros que no podrían haber sido detectados mediante valoraciones conductuales. Así es que estos escáners EEG nos permitieron proporcionar a estos niños un diagnóstico neurológico mucho más preciso y un tratamiento mucho más dirigido.


Por demasiado tiempo ya, niños con trastornos de desarrollo han sufrido por diagnósticos equivocados mientras que sus problemas reales no han sido detectados y han permanecido para empeorar. Y por demasiado tiempo ya, estos niños y sus padres han padecido frustración y desesperación indebida. Pero estamos ahora en una nueva era de neurociencia, en la que finalmente podemos ver directamente la función del cerebro en tiempo real sin riesgos y sin efectos colaterales, de manera no invasiva, y encontrar la verdadera fuente de tantas incapacidades infantiles.


Así es que si pudiera inspirar apenas a una fracción de ustedes en el público hoy para que compartan este enfoque de diagnóstico con aunque sea un padre cuyo hijo esté padeciendo un trastorno de desarrollo, entonces quizás un enigma más en un cerebro más será resuelto. Una mente más será desbloqueada. Y un niño más que ha sido diagnosticado equívocamente, o incluso no diagnosticado por el sistema, reconocerá finalmente su potencial real mientras todavía haya tiempo para que su cerebro se recupere. Y todo esto, simplemente, por medio de la observación de las ondas cerebrales del niño."


El video en español de eta presentación lo puede ver en http://www.ted.com/talks/lang/spa/aditi_shankardass_a_second_opinion_on_learning_disorders.html

lunes, 15 de noviembre de 2010

Incompetencia emocional....nuestra incapacidad de saber que nos esta pasando

En el libro “La educación del ser emocional”, Juan Casassus, establece en uno de sus capítulos las características de nuestra propias incompetencias emocionales, es decir un estado de no tomar conciencia sobre lo que nos esta ocurriendo emocionalmente y que causas y efectos provoca en nuestro ser dicha situación.

El autor plantea que existe un plano de inconciencia emocional que se relaciona con uno mismo, donde sus principales características son:

a) No darnos cuenta de lo que sentimos, por falta se sintonía interna o de educación de nuestro propio cuerpo en torno a sus pulsaciones emocionales. Cuantas veces escuchamos de nosotros mismo o de otras personas: “no se que me pasa”. De eso estamos hablando, de una incapacidad de reconocer que nos ocurre, donde nuestro cuerpo y nuestras emociones quedan a la deriva del camino.
b) No ser capaces de nombrar o de comunicar a otros que nos esta ocurriendo. Esta otra situación también nos ocurre con frecuencia, desde la clásica declaración de “no me pasa nada” hasta nuestra incapacidad de colocar nombre a lo que estamos sintiendo.
c) No darnos cuenta de porque estamos como estamos. Es decir una barrera interna que no nos permite asumir y reconocer el porque del estado de nuestra existencia en determinado momento estableciendo entonces generalidades como “yo siempre he sido ahí” o “yo soy así y punto”. De esta forma verbal no damos ni nos permitimos tomar conciencia de que nos ocurre y porque.
d) No ser capaces de aceptar lo que nos ocurre e intentar colocarnos en un plano del deber ser y de lo que nos gustaría sentir en determinado momento, desconectándonos de nuestras propias vías de comunicación interna.
e) Asumir que lo que nos pasa es un todo omnipotente donde nada ni nadie puede cambiar el destino de las cosas, situación que es muy general desde el punto de vista de nuestras propias construcciones (generalizaciones), donde las respuestas que construimos nos llevan al inmovilismo y al sufrimiento.

Pensemos en cada una de estas situaciones, en cuantas veces nos han ocurrido en nuestra vida y en cuatas de esas oportunidades han sido signo de sufrimiento y de pesar en nuestra existencia. ¿Qué hubiese ocurrido si hubiésemos tenido más herramientas y una mejor conexión con nuestra propia corporalidad?

Estamos a tiempo de ir aprendiendo a establecer estas conexiones y a dejar de ser ignorantes de nuestra propia vida.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Emoción y sentimiento. hablamos de lo mismos?

Antonio Damasio es uno de los más interesantes neurobiologos de los últimos tiempos, en esta entrevista realizada por Eduardo Punset, nos define con claridad biológicamente la diferencia entre la formación de la emoción y del sentimiento,

Dese el tiempo para leer estas líneas y busque en sus recuerdos como ha vivido la sensación de la emoción y la del sentimiento, puede que le ayude a entender ciertas reacciones y situaciones que se han presentado en su vida-

"Es muy importante distinguir entre la fase de la emoción y la fase del sentimiento. Cuando experimentas una emoción, por ejemplo la emoción de miedo, hay un estímulo que tiene la capacidad de desencadenar una reacción automática. Y esta reacción, por supuesto, empieza en el cerebro, pero luego pasa a reflejarse en el cuerpo, ya sea en el cuerpo real o en nuestra simulación interna del cuerpo. Y entonces tenemos la posibilidad de proyectar esa reacción concreta con varias ideas que se relacionan con esas reacciones y con el objeto que ha causado la reacción. Cuando percibimos todo eso es cuando tenemos un sentimiento. Así que percibiremos simultáneamente que alguien ha gritado (y eso nos inquieta), que nuestra frecuencia cardiaca y nuestro cuerpo cambian, y que, cuando oímos el grito, pensamos que hay peligro, que podemos o bien quedarnos quietos y prestar mucha atención, o bien salir corriendo. Y todo este conjunto -el estímulo que lo ha generado, la reacción en el cuerpo y las ideas que acompañan esa reacción- es lo que constituye el sentimiento. Sentir es percibir todo esto, y por eso vuelve a situarse en la fase mental. De modo que empieza en el exterior, nos modifica porque así lo determina el cerebro, altera el organismo y entonces lo percibimos."

Si quiere ver la entrevista entera la puede leer en http://www.eduardpunset.es/419/charlas-con/el-cerebro-teatro-de-las-emociones

jueves, 4 de noviembre de 2010

HA SENTIDO MIEDO, YO TAMBIÉN

Ha tenido miedo, yo también.  Muchas veces, hoy incluso caminando por calle Alameda tuve la sensación de que alguien me iba a robar mis pertenencias.  Sentí el escalofrío recorriendo mi cuerpo, el estado de alerta de todos mis sentidos, la mirada rápida hacia atrás, la sensación de huir antes de que los hechos ocurrieran.  Cuando vi al joven que paso por mi lado de terno y corbata me tranquilice. Entonces comente:”la amígdala, esa es la amígdala”

La amígdala es parte de nuestro cerebro más antiguo, seguramente heredado de los primeros reptiles y que ha tenido la tarea de permitirnos sobrevivir a las amenazas y situaciones de riesgo que hemos vivido durante ya varios millones de años.  En ella se almacena cierta información emocional especialmente aquella referida al miedo.  La verdad es que la amígdala actúa desde dos planos, en el primero almacena datos de situaciones que nos han puesto en riesgo; en segundo lugar establece una respuesta inmediata ante futuras situaciones parecidas a las ocurridas y cuya información ha sido almacenada.

He tenido la oportunidad de conversar con chicos y chicas de cursos de educación básica que nunca habían vivido un terremoto como el que nos afecto a principios de año, seguramente en muchos de ellos y ellas la amígdala actuó como un capturador de información que les permitirá procesar futuros eventos sísmicos.  Para los que ya habíamos vivido situaciones parecidas la amígdala ya tenía una respuesta prefabricada, una forma de operar.

El tema es que la amígdala no cuenta con todos los soportes y herramientas para procesar en profundidad las situaciones que vivimos, sólo es capaz de dar cuenta de ciertas generalidades en los eventos que nos toca vivir y reproducir respuestas ya vividas.  ¿Se entiende esto? Púes es vital dar cuenta de esta situación.

Bueno sería entonces comenzar a reconocer aquellas experiencias ocurridas en nuestra primera infancia o en etapas posteriores que nos generaron temor o amenaza y que quedaron respaldadas en nuestra amígdala.  Será el primer paso para comenzar a darnos cuenta de que sentimos miedo y porque.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LAS EMOCIONES NEGATIVAS DE LOS HIJOS E HIJAS

"En primer lugar, la investigación indica que, cuando los padres reconocen las emociones negativas de sus hijos-su ira y su tristeza-y les ayudan a afrontarlas, éstos acaban desarrollando, con el paso del tiempo, una mayor capacidad de regulación fisiológica de sus emociones y exhiben una conducta más positiva.  Cuando, por el contrario, los padres ignoran esas emociones, se enfadan o castigan a sus hijos por tenerlas- y debo decir que son muchos los padres que, curiosamente, se enfadan con sus hijos (aún cuando son bebes) por enfadarse -,el niño parece sacar la conclusión de que no debe compartir ciertas emociones y acaba desconectándose de ellas" (Mark Greenberg en "Emociones destructivas, cómo comprenderlas y dominarlas".  De Daniel Goleman, Editorial Vergara, pag.329)

Amanda estaba triste la tarde del lunes, me daba cuenta.  Las facciones de su carita, su baja de animo y su poca energía me lo indicaban.  Yo intentaba que ella a sus casi cuatro años me pudiese contar con sus palabras y con sus gestos que le ocurría, que le pasaba, que la "ponía en esa emoción".  De a poco y después de algunas lagrimas que recorrieron sus mejillas comenzó a verbalizar, es decir a colocar en palabras su estado emocional, me explico porque estaba así y que la ponía triste.Ese acto fue vital, que fuese capaz de dar nombre y nombrar lo que le ocurría, de construir pequeñas categorías y contarme entre sus besos y sus abrazos que le pasaba fue el mejor regalo del día.

La próxima vez que vea a su hijo o hija triste, enojado o con rabia, no lo eluda, ni se enfade con el o con ella.  Coloque su cuerpo, su mente y sus emociones en el acto de reconocer y escuchar, deje en un paréntesis su propia rabia (ejercicio que cuesta, se lo digo yo) e intente que logre dar palabras, gestos y expresión a lo que le esta ocurriendo....no sabe cuanto se puede ganar, se lo aseguro.