jueves, 4 de noviembre de 2010

HA SENTIDO MIEDO, YO TAMBIÉN

Ha tenido miedo, yo también.  Muchas veces, hoy incluso caminando por calle Alameda tuve la sensación de que alguien me iba a robar mis pertenencias.  Sentí el escalofrío recorriendo mi cuerpo, el estado de alerta de todos mis sentidos, la mirada rápida hacia atrás, la sensación de huir antes de que los hechos ocurrieran.  Cuando vi al joven que paso por mi lado de terno y corbata me tranquilice. Entonces comente:”la amígdala, esa es la amígdala”

La amígdala es parte de nuestro cerebro más antiguo, seguramente heredado de los primeros reptiles y que ha tenido la tarea de permitirnos sobrevivir a las amenazas y situaciones de riesgo que hemos vivido durante ya varios millones de años.  En ella se almacena cierta información emocional especialmente aquella referida al miedo.  La verdad es que la amígdala actúa desde dos planos, en el primero almacena datos de situaciones que nos han puesto en riesgo; en segundo lugar establece una respuesta inmediata ante futuras situaciones parecidas a las ocurridas y cuya información ha sido almacenada.

He tenido la oportunidad de conversar con chicos y chicas de cursos de educación básica que nunca habían vivido un terremoto como el que nos afecto a principios de año, seguramente en muchos de ellos y ellas la amígdala actuó como un capturador de información que les permitirá procesar futuros eventos sísmicos.  Para los que ya habíamos vivido situaciones parecidas la amígdala ya tenía una respuesta prefabricada, una forma de operar.

El tema es que la amígdala no cuenta con todos los soportes y herramientas para procesar en profundidad las situaciones que vivimos, sólo es capaz de dar cuenta de ciertas generalidades en los eventos que nos toca vivir y reproducir respuestas ya vividas.  ¿Se entiende esto? Púes es vital dar cuenta de esta situación.

Bueno sería entonces comenzar a reconocer aquellas experiencias ocurridas en nuestra primera infancia o en etapas posteriores que nos generaron temor o amenaza y que quedaron respaldadas en nuestra amígdala.  Será el primer paso para comenzar a darnos cuenta de que sentimos miedo y porque.

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